Los aficionados y profesionales se reunieron en la plaza mayor de Villa de Leyva con sus 14.000 metros cuadrados libres para conmemorar el 41 festival del Viento y las Cometas.

El cielo se llenó de colores durante tres días aliándose con el viento para alegrar y avivar el turismo. El certamen incluyó diferentes tipos de competencia las más destacadas: vuelo de cometas gigantes, acrobacias aéreas, cometas con luces nocturnas y cometa artesanal.

El trabajo de los cometeros fue arduo corriendo de lado a lado, en algunas ocasiones eran grupos de 4 personas elevando una sola cometa, todo para controlar el vuelo, las cometas caían y otras se elevaban como águilas adiestradas.

Aunque había muchas familias el gran conglomerado estaba compuesto en su mayoría por jóvenes, algunos con pinta de ser trotamundos y muchos universitarios de Bogotá. Entre ellas una argentina  que despertó mis ansias de ir a Iguazú comparando la plaza mayor con los grandes caudales que unen Brasil y Argentina.

Un espectáculo en el cielo que contó con un buen clima aunque los cielos nocturnos nublados no nos beneficiaron con las estrellas Perseidas, que el centro astrológico el Sol aprovechó en sus salidas nocturnas.

Una exhibición que  vale la pena repetir no sólo para conocer la gran variedad de cometas y tipos de vuelo que se pueden lograr, sino para reconocer el talento de los cometeros que desde niños elevan cometas  y se reúnen una vez al año para mostrar la creatividad, entusiasmo, ingenio y dominio que corren con sus venas, cual malabaristas del cielo.

Restaurantes llenos, hoteles con reservas agotadas, zonas de camping hasta el tope y atracciones turísticas visitadas con un auge que sólo se ve dos veces al año.

Definitivamente un show fenomenal.  Muy colorido, alegre y concurrido.